Dying Light: The Beast retoma la historia de Kyle Crane para ofrecernos un viaje de venganza, un baño de sangre brutal y el mismo parkour gratificante de siempre. ¡Te cuento todo acá!
Kyle Crane finalmente hizo su regreso triunfal en lo que forma el tercer arco de la historia que comenzó en Dying Light allá por el año 2015. Tras la siniestra expansión “The Following” que nos llevó a una campiña abierta que mezclaba el plot de Far Cry 5 con un culto "inmune" al virus y más no muertos perdimos la pista de Crane, quién no recibió la secuela que se merecía después del final de la primera entrega.
En lo que originalmente iba a ser un DLC para Dying Light 2, Dying Light: The Beast terminó por convertirse en su juego independiente con todas las letras donde nuestro mercenario de corazón dorado tiene una nueva chance (Para la venganza). Gracias a la gente de Techland obtuvimos una copia y nos pusimos de nuevo en la piel de un torturado, perturbado y sediento de venganza, Kyle Crane, quién está cada vez más lejos de ser humano.
Mi historia personal con la franquicia se remonta a los orígenes del género con el divertidísimo Dead Island, un juego con excelentes ideas pero una ejecución algo pobre que dejaba al título a medio camino. Pero cuando llegó Dying Light la cosa cambió y fue un título que me fascinó desde su comienzo hasta su final, tanto por su historia cómo por su gameplay y sus asombrosos gráficos.
A pesar de lo anticlimático de su desenlace, el cuál además me dejó mucho gusto a poco, la aventura por Harran hasta el momento había valido la pena y sus implicancias dejaban entreabiertas las puertas de un futuro muy interesante. Ahora casi 10 años después de su lanzamiento inicial llegó Dying Light: The Beast para concluir el viaje tortuoso de Crane y sí me siguen a lo largo de estas líneas les cuento sí la espera valió la pena.
Esta nueva entrega desarrollada y publicada por el estudio polaco Techland y transcurre mucho tiempo después de los eventos de Harran e incluso después del segundo apocalipsis que azotó a la humanidad más allá de la ciudad en cuarentena. Dying Light: The Beast nos lleva a una pintoresca ciudad en los Alpes en Europa, donde durante todo este tiempo Crane fue víctima de los brutales experimentos del Barón. El resultado del virus Harran, su viaje por "La zona rural" en The Following y los experimentos realizados en su cuerpo durante los últimos años, dejaron a Crane en un estado extremo donde no es ni humano ni bestia, sino el principio para ser algo más.
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La verdad sea dicha, siento que se ignoró un poco el hecho de la condición de Crane al final del primer juego y que posteriormente los experimentos del Barón tomaron más relevancia, al fin y al cabo el final del primer juego ya había dejado a nuestro protagonista en una posición donde era más infectado que hombre, todo esto sin tener en cuenta que ya había sido infectado y que tomo todos en el primer apocalipsis se mantenía a raya con la antizina, un suero especial que mantenía a raya la transformación. Creo que lo qué trato de decir es que de la forma que está planteada esta secuela/spin-off, The Beast podría haber ocurrido sin la historia previa de Crane.
Para quienes no hayan jugado ninguno de los títulos de la franquicia, se trata de juegos de acción y aventura en primera persona en un mundo abierto con total libertad de movimiento cuyo traverse se basa en el parkour y en los combates melee contra infectados que asolan la ciudad. Dying Light: The Beast perpetúa el sistema traverse de las entregas originales pero deja de lado el sistema de estamina lo que permite un viaje constante y fluido a través de la ciudad. Por otro lado, la gestión de estamina queda relegada al combate lo que vuelve el juego mucho más dinámico.
El gameplay loop se nutre de la fabricación de armas y dispositivos (mayormente melee) en base a la chatarra que encontramos desperdigada por la ciudad y su componente de supervivencia a base de comida chatarra, que es clásico de la franquicia. En líneas generales se podría decir que no hay nada nuevo bajo el sol, hasta que llegamos al nuevo sistema de Bestia que le agrega a Dying Light una nueva dimensión, y que por fin traduce en el gameplay el nuevo estado más allá de lo humano de Crane.
Acá entra en juego algo que para ser sincero, y a título muy personal, no se sí me terminó de gustar del todo y que de alguna manera logra mantener interesante el título pero a la vez hacerlo tedioso, las mejoras de Bestia. El objetivo del título es vengarnos del Barón y matarlo aunque sea lo último que hagamos, y para esto tenemos que fortalecernos eliminando a todos sus experimentos que ahora andan sueltos por los Alpes. Al eliminarlos les podemos extraer la esencia que les da su poder e inyectárnosla… básicamente para ver que pasa.
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Bajo la excusa de que la droga funciona de manera diferente en cada individuo, Dying Light: The Beast ofrece un extenso árbol de habilidades de (sonido de redoble de tambores)... Bestia. Este punto es el que más se separa de lo convencional respecto a otros títulos de la franquicia y que al conseguirlos todos vuelve a Kyle Crane una máquina de matar y lo prepara para hacerle frente al Barón, eliminarlo de una vez por todas y completar su venganza.
Con Dying Light: The Beast me encontré con un título que por un lado me resultó muy entretenido, desafiante por momentos y frustrante por otros, pero lo que más me llamó la atención fue compararlo con títulos cómo Far Cry, donde la fórmula se sobre explotó a lo largo de varios juegos y salvo la excusa de la historia se sienten un re-skin de títulos anteriores (a pesar de sus mejoras). Por contraparte, The Beast se sabe diferenciar de sus antecesores gracias al nuevo árbol de habilidades de bestia, pero que hicieron que lo sienta más cómo una lista de tareas que a una aventura en la que quiera involucrarme.
Resumiendo, creo que llegado a este punto no puedo decir que Dying Light: The Beast sea un mal título, incluso creo que aprende de los errores cometidos con Dying Light 2 y ofrece un mundo abierto que no es tan extenso y abrumante, y qué además tiene momentos muy entretenidos. Pero hubo algo en la progresión del juego y en el hecho de que sentía a la historia más cómo una lista de tareas que convirtieron a “The Beast” en un hueso un tanto duro de roer.
Sí tengo que dar una opinion subjetiva creo creo que personalmente llegué a un punto final con Dying Light donde no puedo asegurar si me entusiasmará una nueva entrega en el futuro o no. Pero siendo objetivo, quienes hayan jugado los títulos anteriores y se hayan visto cautivados por la estructura de la franquicia, sepan que Dying Light: The Beast es un juego continuista en estructura pero que además tiene su valor agregado en los movimientos de Bestia sí tenemos la paciencia de buscar a todos los experimentos del Barón, todo esto en un mundo hermosamente crafteado.
Dying Light: The Beast se puso a la venta el día 18 de septiembre de 2025 para PlayStation 5, Xbox Series X|S y PC (Steam/Epic Games Store).
Conclusión
Dying Light: The Beast es un título continuista pero que sabe agregar sus propios condimentos con el árbol de habilidades de bestia. Por otro lado, cazar las bestias para mejorar nuestro personaje y eliminar al Barón se siente más cómo una lista de tareas que cómo una aventura orgánica, pero es innegable que moverse por la ciudad es tan divertido cómo siempre, fluído y gratificante, y aunque creo que subjetivamente me llegó el final para Dying Light, muchos fans lo van a amar.
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